
Nació en 1941, en Villa Crespo, y pasó toda su vida abrazado a su gran amor, el básquetbol. Lo vivió por dentro, primero como discreto jugador y más tarde como genial entrenador. Y también, claro, en cada charla de café que buscaba el progreso de la competencia.
Como técnico, ganó títulos locales (LNB 1989, con Ferro) y continentales (Sudamericano de Clubes 1982 y 1983, también con su adorado club), y del mismo modo abrió la puerta de la por entonces inaccesible Europa (Copa del Rey 1983, con Zaragoza). Sin embargo, su máximo logro se dio afuera de la cancha, cuando su visión inigualable venció a la mediocridad de muchos y consiguió dar a luz a nuestra Liga Nacional.
El salto de calidad fue grande, inmenso, y desde hace rato los frutos están a la vista: el brillante subcampeonato en el Mundial 2002, la inolvidable Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Atenas, una fantástica generación de jugadores sin precedentes en nuestro básquetbol. Todo ello gracias a la Liga Nacional. Todo ello gracias a León.
No hay que creerles a aquellos que dicen que perdió la pelea contra la leucemia y se nos fue hace 14 años, el 22 de abril de 1998: León está.
León está en la NBA: en cada bandeja de Manu Ginóbili, en cada rebote que toma Luisito Scola, en cada corajeada del Chapu Nocioni. León está en la elite del básquetbol de Europa: en cada asistencia de Pablo Prigioni, en cada triple de Delfino. León está en la Liga Nacional: en cada doble de Leo Gutierrez, en cada volcada de Marcos Mata, en cada pique de la pelota contra el parquet de cualquier estadio de ésta competencia bien federal..
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